Esta semana se presenta la reedición de ‘Al Grano’, una biografía completa y reveladora de uno de los empresarios más interesantes de México: Lorenzo Servitje, el fundador de Bimbo.
Durante 11 años Silvia Cherem visitó, entrevistó, recogió mil y una anécdotas, frases y datos personales volcados en sus diarios, así como información de negocios de un ejecutivo que abrió brecha en el exclusivo club de las multinacionales de origen mexicano.
No estamos acostumbrados a leer biografías de empresarios nacionales. Entre el pudor, la falsa modestia y en algunos casos el miedo a revelar de más sobre sus vidas o sobre cómo funcionan sus negocios, es muy difícil encontrar libros en primera persona del mundo del establishment nacional. Por eso, creo que es importante esa reedición de ‘Al Grano’ (lanzado originalmente en 2008) porque esta es una versión con muchos más datos y una mirada en perspectiva a seis años de la muerte de ‘don Lorenzo’, como le decían.
Grupo Bimbo es hoy la mayor empresa de panificación del mundo, con plantas en 34 países que le permiten tener 70 por ciento de sus ingresos fuera de México.
“Los negocios son riesgos calculados”, decía cuando en 1945 junto con otros tres socios veinteañeros puso en marcha una pequeña fábrica de pan de caja en la Ciudad de México, con un portafolio de solo 5 productos (hoy suman más de 10 mil).
Quería ser historiador y sacerdote; sin embargo, la muerte de su padre —propietario de la tradicional confitería El Molino– cuando tenía 18 años lo orilló a cambiar su apostolado por el negocio familiar. Nunca abandonó sus fuertes creencias religiosas que fueron el motor de organizaciones sociales que puso en marcha como el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana o la cruzada en medios de comunicación A Favor de lo Mejor o incluso en los cromosomas de los manuales internos de Bimbo.
Inconformista, austero hasta el mínimo centavo y extremadamente exigente, no dejó competidores de su talla a la vista. El libro muestra cómo acabó con cualquier conato de adversarios comerciales: desde exdirectivos de Bimbo que buscaron ser competencia conociendo desde la cocina el negocio (fue el caso de Alfonso Velazco con Pan Rey en Nuevo León) hasta multinacionales como Wonder o emporios nacionales buscando comer una porción de este pastel —o pan— como Roberto González Barrera, el Maseco con su pan Breddy.
¿Por qué se llama en realidad Bimbo? ¿Qué tiene que ver una actriz de Texas con el osito tierno de su logo? ¿Cómo afectaron la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial a los socios y al inicio de operaciones de la empresa? ¿Cuántas multinacionales trataron de comprarlos y cómo disparó su expansión internacional? ¿Por qué el desembarco en Argentina su Waterloo?¿Por qué Barcel fue el primer fracaso financiero de la empresa? ¿Qué tiene que ver la nacionalización de la banca con la creación de la marca Tía Rosa?
El libro está plagado de datos de negocios pero también de tintes políticos. ‘Don Lorenzo’ fue uno de los impulsores de la activa participación política de los empresarios. La obra recaba la extensa lista de cartas personales que el CEO de Bimbo le enviaba a todos los presidentes (desde Echeverría hasta Zedillo, pasando por López Portillo, Salinas de Gortari y de la Madrid). En cada caso planteaba sus sugerencias para capotear la crisis del momento, recomendaciones sobre el tipo de cambio y estrategias para disminuir la desigualdad y achicar los índices de pobreza. Este fue uno de sus temas más recurrentes y focales a lo largo de su vida como empresario, empezando por la ayuda y apoyo a campesinos empobrecidos.
Como parte de la crema y nata del empresariado su voz era poderosa dentro de los negocios y en la Presidencia de la República se tomaba con respeto (aunque pocas veces fue realmente consideradas sus propuestas en Los Pinos). Se puede recorrer toda la política nacional desde el escritorio del mayor productor de alimentos del país.
En las casi ocho décadas de Bimbo, el conglomerado internacional que hoy factura más de 20 mil millones de dólares al año, solo ha tenido tres CEOs: Lorenzo Servitje, su hermano Roberto y su hijo Daniel. Silvia Cherem hace foco en los procesos de transición de esta dinastía industrial, donde cada uno dejó (y deja) su propia marca y legado. “Hoy Bimbo es 15 veces más grande que cuando mi papá dejó el Consejo (en 1994)”, dice Daniel Servitje en el prólogo del libro.
El octavo hijo del fundador lleva 26 años como director general y fue quien concretó la expansión a cuatro continentes de una de las firmas mexicanas más poderosas de la historia de los negocios, una marca que empezó con el heredero de una pastelería en el Centro Histórico acodado en el mostrador y pensando cómo inyectarle modernidad y nuevos ingresos a la tienda familiar.