No es una novedad: por décadas, investigadores, periodistas, militares de alto rango e incluso altos funcionarios israelíes y estadunidenses presentaron evidencias al respecto, que escalaron en 2019 hasta llegar a generar un debate público. Pero por lo general, estos datos habían sido ocultados o tratados como paranoia conspirativa.


En realidad,Netanyahu veía a Hamás como un instrumento útil para sus propósitos personales y políticos. Incluso le debía su primera gran victoria electoral, una sorpresa por un margen de apenas 1 por ciento, que le permitió convertirse en primer ministro y darle viabilidad al plan para descarrilar los acuerdos de paz de Oslo –de 1993, firmados entre el gobierno israelí y la Organización para la Liberación de Palestina, la OLP– tras el asesinato de Yitzhak Rabin por un ultraderechista el año anterior.
“La ola de ataques con bombas” lanzada por Hamás en febrero y marzo de 1996, “condujo a la elección de Netanyahu en mayo”, escribe el historiador Jacob N. Shapiro en su libro ‘The Terrorist’s Dilemma: Managing Violent Covert Organizations’.


La idea no era nueva.Hamás fue fundado en 1987 por el jeque Ahmed Yassin, miembro de la poderosa Hermandad Musulmana, una organización presente en Egipto, Catar, Turquía y otros países, a partir de varias sociedades religiosas de beneficencia dedicadas a atender necesidades básicas de los refugiados y los pobres palestinos.
La dirigencia israelí lo apoyó económicamente como una manera de impulsar un poder contrario a la OLP de Yasir Arafat, según declaró a ‘The New York Times’ el general brigadier Yitzhak Segev, quien fue gobernador militar de Gaza bajo la ocupación: “El gobierno israelí me daba un presupuesto y el gobierno militar se lo daba a las mezquitas”.
Esto fue confirmado en 2009, en ‘The Wall Street Journal’, por Avner Cohen, que durante más de dos décadas fue el responsable israelí de asuntos religiosos. “Hamás, para mi gran arrepentimiento, es creación de Israel”, dijo al explicar que, en aquella época, advirtió en un informe para sus superiores del peligro de jugar a divide y vencerás apoyando a los islamistas contra los laicos.
Escribió: “Yo sugiero que nos enfoquemos en encontrar cómo romper este monstruo antes de que la realidad nos salte a la cara”.
Contradicción negada
En 1989, hombres de Hamás mataron a dos soldados israelíes y Tel Aviv decidió actuar en su contra, deportando a 400 de sus integrantes a Líbano, donde entablaron contacto con la milicia Hezbollah.
Cuando Netanyahu llegó al poder, sin embargo, regresó a la vieja política: “La idea era evitar que [el presidente] Abbás, o cualquier otro en la Autoridad Nacional Palestina, avanzara hacia el establecimiento de un Estado palestino”, explica el ‘Times of Israel’. Así que “Hamás fue elevado de un mero grupo terrorista a una organización con la que Israel mantenía negociaciones indirectas, vía Egipto, y luego a una a la que se le permitía recibir infusiones de efectivo desde el extranjero”, particularmente desde Catar. “La mayor parte del tiempo, la política israelí era tratar a la Autoridad Palestina como una carga y a Hamás como un activo”.


En 2007, Hamás y la Autoridad Nacional Palestina se enzarzaron en una guerra por el control de Gaza, que ganó la primera. Poco antes, según revelaron cables expuestos en el escándalo de Wikileaks, el director de Inteligencia Militar, mayor general Amos Yadlin, le dijo al embajador estadounidense Richard Jones que Israel estaría “feliz” si Hamás gobernara ese pequeño territorio porque entonces podrían tratar a Gaza como un estado hostil y confrontarlo con el gobierno de Cisjordania.
Se trataba de “crear un animal cuyas partes del cuerpo no coincidieran, tanto en Gaza como en Cisjordania. Como una forma de crear una Palestina A, gobernada por el partido Al Fatah en Cisjordania, y una Palestina B, dirigida por Hamás en Gaza“, escribió el periodista Zvi Barel, en ‘Haaretz’. Le ordenaron al ejército “que garantizara que nuestro socio en Gaza no solo pudiera sobrevivir sino florecer para instigar a una Palestina contra la otra. En la imaginación de nuestros líderes políticos, no había contradicción entre luchar contra una organización terrorista y apoyar, alentar y financiar esa organización si hacerlo frustraba cualquier proceso diplomático”.
Apoyar a Hamás contra Palestina
Tantas veces negado como alucinación conspiracionista, el asunto llegó al debate israelí en marzo de 2019, cuando se filtraron a la prensa declaraciones que hizo Netanyahu en una reunión privada de su partido, el Likud, al explicar porqué su gobierno permitía que millones de dólares provenientes de Catar fueron transferidos a Hamás a través de Israel.
Según él, de esta forma se aseguraban de que se aplicaran “en causas humanitarias” y no en terrorismo, y que “cualquiera que quiera frustrar el establecimiento de un Estado palestino tiene que apoyar que reforcemos a Hamás”, pues “es parte de nuestra estrategia, aislar a los palestinos de Gaza de los palestinos de Cisjordania”.
La oposición se lanzó al ataque, según reportó en ese momento el ‘Jerusalem Post’: las transferencias de dinero catarí “son cobro de piso”, dijo el partido centroderechista Azul y Blanco.
“Es una decisión miserable”, elevó el tono Avigdor Lieberman, del partido Yisrael Beitenu, “es la primera vez que Israel financia terrorismo contra sí mismo”.
Y en palabras que hoy día parecen proféticas, Haim Jelin, un argentino-israelí miembro del Knesset (parlamento), acusó a Netanyahu de no tomar en serio la amenaza desde el territorio controlado por Hamás: “Nosotros, los residentes de la frontera de Gaza, estamos pagando el precio por la falta de políticas y la arrogancia al enfrentar el terror”.
Cuatro años después,los milicianos de Hamás atacaron precisamente esa zona.
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